sábado, 20 de mayo de 2017

Katsuhiro Otomo y la orden para que comience la destrucción

Los cortos y las antologías suelen destacar por ser la más pura expresión de la libertad artística, por permitir que el director dé rienda suelta a su imaginación y creatividad. A lo largo de su carrera, Katsuhiro Otomo ha participado en diversas antologías e incluso llegado a ser el productor y creador de una de ellas. Otomo siempre ha tenido un estilo muy marcado y se ha mantenido fiel a él y el trabajar en cortos es lo que le posibilitó ir experimentando dentro de este, afianzando y desarrollando progresivamente su identidad. Siendo Robot Carnival con la que debutó dirigiendo los cortos de apertura y cierre que, si bien en retrospectiva no aportan nada especial, cumplen bien con su función. Y Memories, producida en 1995, la que se convirtió en su más memorable antología, formada por Magnetic Rose, una atractiva historia de ciencia ficción que explora los recuerdos, y dos sátiras: Stink Bomb, un corto ligero que usa el humor negro a su favor para abordar temas como las armas biológicas y el egoísmo, y Cannon Fodder, una atípica crítica social que nos presenta un escenario distópico y una dirección impecable. Pero nos centraremos más concretamente en el segundo de sus trabajos de esta índole.



En 1987, antes de alcanzar fama a nivel mundial y de obtener reconocimiento como director, Katsuhiro Otomo participó en un proyecto con otros dos directores que también acabarían labrándose un nombre dentro de la industria, Rintaro y Yoshiaki Kawajiri. El proyecto en cuestión era una compilación de tres episodios bajo el nombre de Neo-Tokyo o Manie-Manie: Labyrinth Tales, siendo el tercero dirigido por Otomo, quien también se encargó del guion, diseño de personajes y la animación clave.

Considerado por muchos como el prototipo de Akira, The Order to Stop Construction nos traslada a la salvaje e inhabitada región del río Piraru en la ficticia República de Aloana, donde una compañía, en pos de afianzarse en esta zona rica en recursos, está llevando a cabo el levantamiento de un complejo como parte del proyecto de construcción #444. Pero la República sufre un golpe de Estado y el nuevo gobierno da la orden de cesar inmediatamente la construcción. La compañía tramita la orden al jefe de obra. Sin embargo, algo ha ocurrido. El gerente ha desaparecido. Y la plantilla, constituida únicamente por robots, no atiende al decreto enviado por la empresa. Los robots siguen trabajando sin parar, cumpliendo la orden inicial de construir el complejo antes de la fecha límite con tajante disciplina y las pérdidas se están disparando. Es aquí cuando Tsutomu Sugioka, nuestro protagonista, entra en acción.



Un par de minutos de exposición en los que se introduce la conversación mantenida entre el jefe de la compañía y Sugioka, acompañada de planos generales y amplios del escenario, le bastan a Otomo para poner al espectador en contexto, presentar el conflicto y el espectacular setting en el que se va a desarrollar la historia, aprovechando al máximo el limitado tiempo con el que cuenta.

Un escenario monumental en el que se funden la jungla de cemento y la salvaje e indomable naturaleza, creando un gran contraste equilibrado por su suave paleta de colores y el detalle y cuidado puesto en sus fondos. Una buena animación, convencional y poco experimental y el sonido de la naturaleza contra el artificial ruido de los robots funcionando sin parar. Todo esto convergiendo en un ambiente en decadencia ideal para el conflicto que va a tener lugar...



El hombre contra la máquina. Al son del clásico Morning Mood de Edvard Grieg como punto irónico, nos sumergimos junto a Sugioka en una infructuosa rutina que parece no tener fin. Una lucha contrarreloj entre Sugioka y el robot #1, indispuesto a aceptar que un obstáculo impida llevar a cabo la construcción. Un argumento que es bien llevado y fácil de seguir gracias a su dirección, sólida y consistente, y a la sencillez de su narrativa. El incesante y casi enfermizo vaivén de las máquinas mete el dedo en la llaga, criticando nuestra dependencia de la tecnología que hemos creado y la pérdida de control sobre esta, siendo nosotros arquitectos de nuestra propia destrucción.

Asimismo, destaca el diseño de personajes apegado a la realidad, al más puro estilo Otomo. Concretamente el de Sugioka aporta mucho a la caracterización del personaje. Nada especial, un hombre común y corriente, desventurado, sin apenas individualidad, tal y como el trabajador japonés promedio. Obligado a cumplir las órdenes de arriba y cuya voz denota todo la irritación y frustración que sentiríamos cualquiera de nosotros en su situación. Podemos empatizar con el protagonista.



Su interacción con el ambiente provoca un desarrollo interesante tanto del personaje como de la trama y su desesperación va incrementando a la par que la nuestra. El uso de planos como el empleado continuamente por las mañanas, cuando el robot le sirve el desayuno que va siendo paulatinamente reemplazado por aceite, cables y tornillos, mientras que Sugioka va perdiendo la paciencia, favorece la inmersión del espectador en esta sofocante historia, tal que podemos sentir la impotencia como si de nosotros mismos se tratara.

En este corto, Otomo lleva el conflicto del hombre contra la máquina hasta el extremo y la tensión, como prácticamente toda buena historia de esta índole, reside principalmente en la paranoia. Finalmente, Sugioka queda cegado por su obsesión por cumplir su trabajo, interioriza la orden hasta tal punto que pierde todas sus cualidades y él mismo termina convirtiéndose en una máquina más.



En síntesis, esta sátira es una amalgama de elementos que años más tarde se convertirían en su más característica marca y puedo afirmar que este humilde corto perdido en los albores del tiempo logra hacer frente a sus más ambiciosos proyectos y alzarse como una de sus mejores producciones, aún siendo tan sólo el prototipo para sus futuros trabajos.

Este blog también puede ser leído junto a los comentarios de mis compañeros de Yūgen aquí: http://aminoapps.com/page/anime-es/7768501/analisis-sobre-la-carrera-de-katsuhiro-otomo-parte-1

No hay comentarios:

Publicar un comentario